Orgánico vs agroecológico - ¿Son realmente sinónimos?
Hace ya mucho tiempo que la alimentación, los medios de vida, la salud y la gestión de los recursos naturales han dejado de ser universos aislados para transformarse en desafíos complejos e interrelacionados.
Y si bien esa necesidad se hace cada vez más evidente, no siempre la información que tenemos a mano es la más adecuada. A la hora de elegir productos, los consumidores suelen encontrarse con datos equívocos, parciales e incluso falsos. Las alternativas sustentables pueden generar, así, más de una confusión: ¿qué significa agroecológico? ¿Qué implica que un producto sea orgánico?
Algunas definiciones
La agricultura orgánica es un método agrícola que tiene como objetivo producir alimentos utilizando sustancias y procesos naturales. Esto significa reducir o eliminar el uso de agroquímicos como fertilizantes y pesticidas, así como reducir el uso de antibióticos en el ganado y fomentar estándares más altos de bienestar animal a través de prácticas como la cría en libertad y la alimentación con pastos.
Basada en los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos que se adaptan a las condiciones locales, la agricultura orgánica es un sistema de producción que sustenta la salud de los suelos, los ecosistemas y las personas. Así, busca promover relaciones justas y una buena calidad de vida para todos los involucrados.
En tanto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define agroecológico como un “enfoque holístico e integrado que aplica simultáneamente conceptos y principios ecológicos y sociales al diseño y gestión de sistemas agrícolas y alimentarios sostenibles”.
En ese sentido, la agroecología –un concepto que es, a la vez, una ciencia, un conjunto de prácticas y un movimiento social– busca optimizar las interacciones entre plantas, animales, humanos y el medio ambiente, al tiempo que aborda la necesidad de sistemas alimentarios socialmente equitativos dentro de los cuales las personas puedan elegir qué comen y cómo y dónde se produce.
Asimismo, la agroecología proporciona soluciones a muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible previstos para 2030:
Fin de la pobreza: la agroecología ayuda a mejorar los medios de vida de los agricultores familiares y reduce la pobreza rural al reducir la dependencia de los agricultores de insumos externos, subsidios y volatilidad de los precios de mercado.
Hambre Cero: promueve dietas locales, estables y diversas con producción integrada de alimentos saludables y nutritivos durante todo el año, ya que está anclada en sistemas productivos territoriales diversificados, resilientes y sostenibles.
Acción por el clima: ayuda a proteger, restaurar y mejorar la agricultura y los sistemas alimentarios frente a las perturbaciones y factores de estrés climáticos. Los sistemas agroecológicos diversos y bien integrados pueden proporcionar soluciones de mitigación y adaptación al cambio climático.
Vida de ecosistemas terrestres: los enfoques agroecológicos integrados sostienen y mejoran las funciones naturales y los servicios de los ecosistemas, incluida la restauración de suelos degradados, particularmente en las tierras secas, con un efecto indirecto en la seguridad alimentaria, la resiliencia y los medios de vida sostenibles.
Trabajo decente y crecimiento económico: proporciona soluciones innovadoras y empleo digno para los jóvenes. La agroecología se basa en una producción agrícola intensiva en conocimientos, respetuosa con el medio ambiente, socialmente responsable, innovadora y con mano de obra cualificada.
Igualdad de género: las mujeres están incorporando la agroecología a sus prácticas cotidianas: preservando y multiplicando semillas nativas; produciendo alimentos saludables y diversos sin pesticidas; criando razas ganaderas locales e indígenas; promoviendo la preservación de la biodiversidad y los paisajes locales; y realizando pesca artesanal.
Reducción de las desigualdades: la agroecología defiende la inclusión de grupos marginados y el acceso justo a los recursos para todos. También ayuda a promover la realización del derecho a la alimentación al abogar por un enfoque centrado en las personas, con especial atención a los más vulnerables.
El agronegocio destruye anualmente alrededor del mundo 75 mil millones de toneladas de capa arable y tala 7,5 millones de hectáreas de bosque, concentra el 90% del consumo de combustibles fósiles y el 80% de agua dulce utilizados en la agricultura, y deja daños anuales de 400 mil millones de dólares”.
Fuente: Conicet
Si bien no todo lo orgánico es agroecológico, ambos enfoques comparten varios principios:
Fuerte foco en la dependencia y la interacción del medio ambiente, las plantas, los animales y los humanos.
Aplicación de conceptos ecológicos en la agricultura.
Integración de diferentes sistemas de conocimiento.
Relaciones justas y sistemas alimentarios.
Compromiso con los movimientos sociales.
Hacia un mejor futuro
Al igual que la agricultura orgánica, existen otros enfoques complementarios, como la agricultura biodinámica y los sistemas agrícolas regenerativos. En todos los casos, el objetivo está puesto en la sustentabilidad y la seguridad alimentaria. Tener claro todo ese panorama resulta el primer paso para transformar los sistemas alimentarios a través de la agroecología, que resulta la visión más holística: orgánico, biodinámico y regenerativo forman parte de esa orientación.
Ahora bien: ¿qué tan cerca estamos de abrazar esa filosofía? En ciudades como Bariloche, por ejemplo, los efectos de la pandemia (o incluso a veces de los fenómenos climáticos) han puesto en evidencia la necesidad de desarrollar y/o potenciar las redes alimentarias locales y regionales.
El impacto negativo de las actividades humanas en la naturaleza se ha manifestado en una disminución promedio del 69% de la población monitoreada de mamíferos, reptiles, aves, peces y anfibios en todo el mundo. Latinoamérica y el Caribe sufrieron la mayor disminución regional registrando una disminución del 94% en las poblaciones de vida silvestre.
Fuente: WWF, Living Planet Report 2022
A su vez, la biodiversidad resulta fundamental para proteger la seguridad alimentaria global. “Menos biodiversidad significa que las plantas y los animales son más vulnerables a plagas y enfermedades. Agravada por nuestra dependencia de cada vez menos especies para alimentarnos, la creciente pérdida de biodiversidad para la alimentación y la agricultura pone en riesgo la seguridad alimentaria y la nutrición”, afirmó José Graziano da Silva, director general de la FAO.
Elegir productos sustentables aparece como el mejor antídoto. En ese camino, los alimentos fermentados resultan grandes aliados: tal como advierten desde el Instituto Nacional de Investigación sobre Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de Francia (INRAE), una de las claves para que nuestras dietas se vuelvan más sostenibles es llevar la proporción de proteínas vegetales/animales del actual 50/50 a una proporción de 60/40. El desafío pasa por poner más plantas en nuestros platos. “Para atraer a los consumidores que buscan más alimentos basados en la naturaleza, fermentar frutas y verduras para darles nuevos sabores y texturas mediante un proceso natural es una vía muy prometedora”, afirman los expertos.
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