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Microplásticos: un problema macro con soluciones lejanas




The horizon of mountains with city lights and a field of grass in front within the falling light of day
Foto de Bariloche por @muni_foto

Los microplásticos están en todos lados. Aunque su nombre habla de algo pequeño, se trata de una problemática enorme. 


Actualmente, se producen unos 400 millones de toneladas de plástico virgen por año y son los distintos ecosistemas los que sufren los efectos devastadores de su acumulación, especialmente los océanos.


Si bien no deberían estar tirados aquí y allá, lo cierto es que las botellas, las bolsas, los films, los envases y empaques de plástico están desparramados por ciudades y ambientes naturales. Barato, liviano y fácil de producir, el plástico es muy resistente: una bolsa puede demorar hasta 600 años en degradarse y una botella 1000.


Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advertía en 2022 que el mundo produce el doble de residuos plásticos que hace dos décadas, la mayor parte de los cuales se destina a relleno sanitario, se incinera o se filtra en el medio ambiente, y apenas el 9% se recicla con éxito. 


Del reporte también se desprende que “la mayor parte de la contaminación por plástico se deriva de la recolección y eliminación inadecuadas de residuos plásticos de mayor tamaño, conocidos como macroplásticos, aunque también preocupan en gran medida las filtraciones de microplásticos (polímeros sintéticos de menos de 5 mm de diámetro) provenientes, por ejemplo, de gránulos de plástico industriales, tejidos sintéticos, señalizaciones viales y el desgaste de los neumáticos”.


De acuerdo con expertos del Conicet, el término microplásticos se emplea para nombrar a aquellos plásticos que miden entre 5 mm y un tercio de milímetro. A su vez, dependiendo si su tamaño pequeño es intencional o accidental, se los clasifica como “primarios” o “secundarios”. 


Los microplásticos primarios se fabrican originalmente en tamaño pequeño para uso directo o como precursores de otros productos como las fibras sintéticas, los pellets industriales y las microperlas (microbeads) agregadas a productos cosméticos (como reemplazantes de ciertos exfoliantes naturales en productos cosméticos de un solo uso, como limpiadores de maquillajes o pastas dentales). Aunque esas microperlas debieran ser retenidas en los filtros de las plantas de tratamiento de aguas de desecho, lo cierto es que muchos de esos microplásticos son liberados finalmente en los sistemas acuáticos.


En tanto, los microplásticos secundarios son fragmentos de otros artículos de plástico más grandes, como los fragmentos de microfibras sintéticas (pequeños hilos de plástico provenientes de diversos productos fabricados con polyester, nylon, acrílico y otros textiles sintéticos, presentes en la ropa, los neumáticos, las redes de pesca, las colillas de cigarrillos y las alfombras, entre otros).


Los plásticos como el poliéster, el acrílico y el nailon constituyen aproximadamente el 60% de todo el material utilizado para confeccionar ropa.

Fuente: ONU


Cada año aproximadamente 13 millones de toneladas de desechos plásticos o sintéticos alcanzan el océano a través de cursos de agua. “Recientes estudios estimaron la presencia de unos 14 millones de toneladas de microplásticos entrampadas en los primeros 9 cm de sedimentos de los fondos oceánicos del mundo. Este valor indicaría que hay hasta cincuenta veces más cantidad de plásticos en estos ambientes que los presentes en la superficie del océano”, advierten los expertos. A su vez, el 98% de las microfibras sintéticas en los ambientes marinos tiene origen terrestre.


Al ser ingeridos por organismos marinos, los microplásticos ingresan en las cadenas tróficas pudiendo causar impactos negativos tanto físicos como químicos. “Como toda partícula muy pequeña, tienen una gran superficie exterior en relación a su volumen. Eso provoca que los microplásticos puedan concentrar contaminantes un millón de veces más que el agua de mar. También pueden absorber metales pesados y dejar biodisponibles plastificantes y aditivos tóxicos utilizados durante su fabricación. Por lo tanto, la ingesta de estas partículas podría introducir toxinas en la base de la cadena alimentaria y así acumularse en los organismos a lo largo del tiempo -proceso conocido como bioacumulación– y también transferirse a niveles superiores, es decir a sus predadores”, explica Ignacio Chiesa, investigador del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET).



Las micropartículas representaron el 91% de los desechos hallados en pingüinos de Magallanes, 97% de las cuales fueron fibras de origen antrópico, es decir, procedentes de la actividad humana.

Fuente: Conicet



Además del impacto en los océanos y la vida marina, existe una creciente preocupación por posibles efectos respiratorios, endocrinos y cardiovasculares de los microplásticos en los seres humanos. “Hay suficientes evidencias que confirman una alta presencia de microplásticos en la cadena alimenticia, así como en el agua dulce y el agua potable”, aseguró recientemente Luis Francisco Sánchez, asesor regional de salud, ambiente y cambio climático de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).


A través del consumo de alimentos, bebidas y otros productos, los seres humanos estamos expuestos a los microplásticos. Entre otros efectos tóxicos que han sido identificados se encuentran el estrés oxidativo, el daño al ADN, la disfunción de órganos, los trastornos metabólicos, la respuesta inmune, la neurotoxicidad, así como toxicidad reproductiva y del desarrollo. Además, la evidencia epidemiológica sugiere que una variedad de enfermedades crónicas pueden estar relacionadas con la exposición a los microplásticos.


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